
En un salón de la alta sociedad de principios del siglo XX, ocho músicos se sirven del repertorio del compositor judío-alemán Kurt Weill para cantar sobre lo mejor y lo peor de la condición humana.
Desde Berlín pasando por el cabaret parisino y la nostalgia de Broadway, L’orchestre d’hommes-orchestres recorre la trayectoria de Weill en su exilio americano, utilizando instrumentos nada convencionales para producir una “música de objetos” y para evocar su mundo musical y personal.
Así, L’orcheste d’hommes-orchestres –a una década de su nacimiento– renueva su espíritu iconoclasta a través de la creación de una obra musical en la que se mezclan además el teatro, el cabaret, las artes visuales y el performance para obtener lo que ellos dieron a llamar como “música que se puede ver”.