
A la entrada de una ciudad moderna envuelta en disturbios, Edipo, en compañía de Antígona (a la vez hermana e hija) detiene su camino para poner fin, como lo predijo el oráculo, a la desafortunada travesía de este antiguo rey de Tebas, en medio de las ruinas de un teatro, al borde del alba. Pero al sumársele a la suya la muerte de un joven llamado Julio César, Edipo reconocerá que en esta mezcla de vidas perdidas y de tiempos confusos, las manecillas del sufrimiento harán girar, sin sentido, el reloj de los presagios: hoy como ayer, hay que hundirse en el laberinto de las palabras para hacer vibrar el eco de las infancias perdidas.