
La pieza se construye desde la desestructuración de la formalidad coreográfica y deja mover al cuerpo desde el lenguaje que dicta la metáfora. Aquí surge la velocidad, el vértigo, el sinsentido. Las estéticas escénicas cambian abruptamente; su contenido se transforma en este ser contemporáneo que es o está.
El desarrollo de las escenas corresponde a experiencias vividas por cada uno, relacionadas al “yo”, a los otros, al tránsito por los espacios de la vida postmoderna.
Se busca darle cuerpo a la palabra y palabra al cuerpo. Cuerpo a la sexualidad, a las relaciones, al género, a lo social, a la mirada de lo que somos a partir de los otros. De un sólo cuerpo, de un yo, un yo que deberá inmolarse, para que se ponga a merced, del deseo, en esa acción auténtica de estar/danzar entre los otros.
LIDÝ es lo apocalíptico en función de la supervivencia, lo que sublima y nos sueña.